Las vecinas tienen pileta. No la veo pero la siento. Cuando gritan y salpican, y cuando no hay nadie y el agua respira, con un sonido mudo, casi imperceptible. Debe brillar la pared por los reflejos, que rebotan en el alero, llenando el mundo de luz en movimiento.
De este lado, la hiedra lo gana todo. El bananero florece y hay abejas, moscas, pájaros. La tierra desprende humedad fresca, pero no es lo mismo. No hay ni pozo ni lona, ni pasto secándose por falta de luz, ni manguera volviendo a poner lo sacado.
Sólo un cuerpo subexpuesto y una bikini que espera.
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