De la muda expresión de las cosas debe partir una señal, un reclamo, un guiño: una cosa se separa de las otras con la intención de significar algo... ¿qué? Ella misma, una cosa está contenta de ser mirada por las otras cosas sólo cuando se convence de significarse a sí misma y nada más, en medio de las cosas que se significan a sí mismas y nada más.
Las ocasiones de esta tipo no son desde luego frecuentes, pero antes o después han de presentarse: basta con esperar que se verifique una de esas afortunadas coincidencias en que el mundo quiere mirar y ser mirado en el mismo instante y que el señor Palomar pase justamente por allí. Es decir, el señor Palomar no debe siquiera esperar, porque estas cosas ocurren solamente cuando menos se lo espera uno.
I.C.
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