Si los cuerpos celestes están cargados de incertidumbre, no queda sino fiarse de la oscuridad, de las regiones desiertas del cielo. ¿Qué puede haber más estable que la nada? Y, sin embargo, tampoco de la nada se puede estar seguro al ciento por ciento. Donde ve que ralea el firmamento, donde ve una brecha vacía y negra, Palomar fija la mirada como si se proyectara en ella; y entonces, aún allí cobra forma algún granito claro o manchita o peca; pero no llega a estar seguro de si existen de verdad o si le parece verlos. Tal vez es un fulgor como los que se ven girar cuando se tienen los ojos cerrados (el cielo oscuro es como el revés de los párpados, surcado de fosfenos); tal vez sea un reflejo de sus gafas; pero podría también ser una estrella desconocida que emerge de las profundidades más remotas.
Palomar
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