The Incredible Shrinking Man
I was continuing to shrink, to become... what? The infinitesimal? What was I? Still a human being? Or was I the man of the future? If there were other bursts of radiation, other clouds drifting across seas and continents, would other beings follow me into this vast new world? So close — the infinitesimal and the infinite. But suddenly, I knew they were really the two ends of the same concept. The unbelievably small and the unbelievably vast eventually meet — like the closing of a gigantic circle. I looked up, as if somehow I would grasp the heavens. The universe, worlds beyond number, God’s silver tapestry spread across the night. And in that moment, I knew the answer to the riddle of the infinite. I had thought in terms of man’s own limited dimension. I had presumed upon nature. That existence begins and ends in man’s conception, not nature’s. And I felt my body dwindling, melting, becoming nothing. My fears melted away. And in their place came acceptance. All this vast majesty of creation, it had to mean something. And then I meant something, too. Yes, smaller than the smallest, I meant something, too. To God, there is no zero. I still exist!
Yo seguía encogiéndome, para convertirme... ¿en qué? ¿Lo infinitesimal? ¿Qué era yo? ¿Todavía un ser humano? ¿O yo era el hombre del futuro? Si hubiera otras explosiones de radiación, otras nubes a la deriva por mares y continentes, ¿Podrían otros seres humanos seguirme hacia este vasto nuevo mundo? Tan cerca- lo infinitesimal y lo infinito. De repente lo supe, eran en realidad dos extremos del mismo concepto. Lo increíblemente pequeño y lo increíblemente vasto eventualmente se encuentran - como el cierre de un círculo gigantesco. Miré hacia arriba, como si de alguna manera pudiera asir los cielos. El universo, mundos más allá del número, la alfombra de plata de Dios extendida a través de la noche y, en ese momento, supe la respuesta al enigma del infinito. Yo había pensado en términos de la dimensión limitada del hombre, y no en los de la naturaleza. Yo había sido arrogante con ella. Había creído que la existencia comenzaba y terminaba en la concepción del hombre, y no en la de la naturaleza. Sentí mi cuerpo menguado, fundiéndose, convirtiéndose en nada. Mis temores de desvanecieron y en su lugar llegó la aceptación. Toda esta vasta majestuosidad de la creación tenía que significar algo, y yo, por lo tanto, tenía que significar algo también. Si, más pequeño que lo más pequeño, yo también significaba algo. Para Dios, no hay cero. Yo todavía existo!
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