Es martes 13, hace calor, no se avecina el recambio. La gente cercana pierde las cosas, la plata, los celulares, la cabeza. Yo pierdo ganas como si se me escaparan por una pinchadura, casi no parece nada, pero a las horas se nota la disminución del volumen. No me alcanzó con los zapatitos nuevos ni con los chicos lindos en la calle... desvío la cabeza, como si ya no necesitara.
Me duelen los silencios de los otros, en el teléfono, los mails, la vida. El mío es autoinflingido, otra ficción que ahora rompo para decirla, hacerla visible y palpable. Me duele el cuerpo como si fuera de otra, que lo vive y lo disfruta más que yo, que lo mueve y lo hace caminar sin rumbo, cuando yo pienso o escucho música.
Ya no tendría que escribir ciertas cosas.
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