Trato pero no puedo. Se escapa. Los viajes, las señales, las cosas.
Es como estar perdida entre un montón de piedras, de esas que hacen que te tropieces. Perdida en chancletas o en patas, raspándote las rodillas. Y de vegetación: espinillos, de esos de agujas hirientes como los de mis fotos, y uno que otro abrojo que en vez de adherirse a la ropa se te pega en la piel porque se te ocurrió ponerte la mini verde nueva que te compraste que es muy corta y muestra un pedazo que pocos han visto (es que el estampado como de mantel... brillaba, casi de lona) y te hace sentir incómoda y con ganas de bajartelá todo el tiempo. Si, con mini entre piedras y espinillos... y sol, mucho sol de forma que sepas que terminarás colorada como un tomate, con ampollas en la espalda que no solucionarán los implantes con trozos de aloe vera (porque la planta no soportaría tanta responsabilidad).
Es igual. Salvo que no hay piedras ni nada, y es como caminar en las salinas (con sed, mucha sed) o querer atravesar el campo de mica que había cerca de San Antonio y escuchar la voz de tío y hermanos y padre "no te refriegues los ojos, la mica, los ojos". Es todo ese brillo junto que te atrae y a la vez te deja ciega y no podés seguir porque no ves por donde.
Si, es igual. Salvo que no hay nada, las teclas, la compu, el sillón que sirve de cama (dormir en el living porque es más fácil huir, porque es casi como si no vivieras en esta casa y fueras siempre una visita). Los días como secuencias de minutos, de horas, de programas de parejas que no funcionan en la tele, de novelas en las que la gente no se dice las cosas que siente y entonces viven separados 20 años para reencontrarse y solucionar todo en una semana mientras matan al malo. Esta sólo el gato que me habla, un ser vivo que me pide algo, cariño, compañía y yo que no quiero, no puedo. Y los padres, cada cual con su cama, sus papeles, sus libros. Y el dolor del cuello y la cintura, y el exceso de cafeína y chocolate (que no me hace feliz ni gorda ni nada... no me afecta ya) y mate........ verde mate ahora y después y más tarde, lavado y mal cebado, pero mate. Y chatear sin decirse nada con la amiga que se va de viaje y huir de las otras para no contarles el fracaso amoroso de noviembre en el que ellas tantas espectativas pusieron (ingeniero, 30 años, con auto y un depto en piso 17 con ventanas para ver el mundo... aunque no fuera ingeniero, tuviera 34, el auto no fuera suyo o si, y posiblemente casado o separado o algo raro). Cosas que ya ni te importan y que no querés pensar pero que ellas van a querer analizar en detalle, para encontrar de seguro que la culpa era tuya (porque siempre es tuya). Y escribir en este blog estupideces y querer que las lean pero a la vez que no y desear mensajes y que no los haya.
No, no es el verano. Daría lo mismo que nevara. Soy yo que sigo haciendo todo mal.
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