El borde de las cosas es azul, casi metalizado. Brillan como anunciando lluvia, pero ya se van las nubes y nada (como la vida). Sólo signos difusos a los que no habría que hacerles caso.
Ni escribir ni caminar hoy.
Mirar.
La laca roja de los platos nuevos que se llena de burbujas en el fondo, rebordes negros, promesa de futuras cenas en compañía. El aroma dulzón de pequeños frascos, con su brillo y su textura, que quiero ya sentir sobre la piel.
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