El jueves lloré en un remis por primera vez.
No iba sola, viajaba con extraños. La señora de la izquierda se dió cuenta y no dijo nada.
Un japonés le daba charla al conductor, discutía sobre el hecho de levantar gente en la calle (nosotros, seres abandonados en una parada, eramos conducidos a destino).
Llegué muy tarde a la plaza.
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